La tarde siguiente, la señora Cuervo fue, como de costumbre, a la tienda para hacer sus compras.
Mientras estaba ausente, el señor Serpiente se despertó y, como estaba hambriento, se deslizó desde su agujero por todo el árbol hasta llegar a la rama en la que estaba el nido.
-¡Mmm! Hoy hay dos huevos -dijo el señor Serpiente mientras se relamía, su madre había descuidado mucho su educación y por eso tenía tan malos modales. Luego alargó el cuello y se tragó los dos huevos, primero uno y después el otro.
Después se estiró a lo largo de la rama y se puso a entonar una cancioncita:
No puedo volar, pues no tengo alas;
no puedo correr, pues no tengo piernas;
pero me arrastro hasta el nido del pájaro negro
oh oh y me como un huevito, un huevito ajeno.
De repente dejó de cantar.
-¡Qué cáscaras más duras tenían esos huevos! -se dijo a sí mismo-.
Normalmente se rompen antes de llegar a mi estomago. Pero esta vez parece que no es así.
En ese momento comenzó a tener un terrible dolor de estomago.
-¡Ay! -se quejaba-. ¡Aaaaay!
El dolor era cada vez más y más fuerte.
-¡Ay! ¡Aaaaay! ¡Ay!
El señor Serpiente comenzó a torcerse y retorcerse.
y se torció y retorció tanto, que no se dio cuenta que su cuello se iba anudando a una rama sin poder desatarse. Su cola todavía estaba libre y seguía golpeándola contra el árbol mientras cantaba:
No puedo volar, pues no tengo alas;
no puedo correr, pues no tengo piernas;
pero me arrastro hasta el nido del pájaro negro
oh oh y me como un huevito, un huevito ajeno
Agitaba la cola con tanta violencia que se enroscó y desenroscó en complicadas volteretas y terminó por anudarse la cola alrededor de un clavo que estaba en otra rama del árbol. Cada vez que intentaba soltarse, se anudaba más fuerte a la rama. Mientras tanto, los huevos de barro que estaban en su estómago le provocaban el dolor más insoportable.
Cuando la señora Cuervo regresó de la tienda, vio a la serpiente y al principio se asustó. Pero cuando notó que estaba bien anudada al árbol, la invadió una sensación de valentía y comenzó a darle un largo sermón sobre lo feo que es comerse los huevos de los demás.
Y desde aquel momento, la señora Cuervo puso muchos otros huevos de los cuales nacieron con exito sesenta y ocho cuervitos, cuatro familias de diecisiete cuervitos cada una. Y ahora la señora Cuervo usa la piel de la serpiente como lazo para tender los pañales de sus pequeños.
FIN
viernes, 18 de septiembre de 2009
Los Cuervos De Pearblossom....Cont...4
Los dos amigos regresaron volando a la asa del compadre Búho y cenaron. Cuando terminaron de cenar, lavaron los platos y escucharon el concierto nocturno por la radio.
Ya eran las diez y s veía una luna brillante sobre las montañas.
-Supongo que esos huevos ya estarán cocidos -dijo el compadre Búho.
Y, tomando la lata con los huevos, voló hasta la mesa que estaba cerca de la puerta de la cocina, donde había varios pinceles y latas de pintura.
Cuando terminó de pintar los huevos y éstos se veían iguales a los huevos reales, el compadre Búho y el señor cuervolos volvieron a poner encima de la chimenea.
Más tarde, cuando casi era medianoche y la pintura ya estaba seca, volaron al viejo chopo, donde la señora Cuervo los esperaba con impaciencia.
-Y bien -dijo ella llorando- ¿quién de ustedes ha decidido bajar al agujero y matar a la serpiente?
-Ninguno de los dos -dijo el señor Cuervo-.
-¿gritó la señora Cuervo-. ¿Entonces mis doscientos noventa y siete queridos huevos merecían ser comidos por esa serpiente malvada? ¿Mi corazón debe seguir roto, día tras día y para siempre?
-Amelia -dijo el señor Cuervo-, hablas demasiado. Manten tu pico cerrado y sal del nido.
La señora Cuervo le hizo casoy el compadre Búho sacó los huevos de la lata y los puso en el nido.
-¿Para qué ponen allí esos huevos?
-pregunto la señora Cuervo.
-Espera y verás -dijo el compadre Búho que se fue volando hasta el llano, donde lo esperaba un amigo para ir a cazar ardillas.
Ya eran las diez y s veía una luna brillante sobre las montañas.
-Supongo que esos huevos ya estarán cocidos -dijo el compadre Búho.
Y, tomando la lata con los huevos, voló hasta la mesa que estaba cerca de la puerta de la cocina, donde había varios pinceles y latas de pintura.
Cuando terminó de pintar los huevos y éstos se veían iguales a los huevos reales, el compadre Búho y el señor cuervolos volvieron a poner encima de la chimenea.
Más tarde, cuando casi era medianoche y la pintura ya estaba seca, volaron al viejo chopo, donde la señora Cuervo los esperaba con impaciencia.
-Y bien -dijo ella llorando- ¿quién de ustedes ha decidido bajar al agujero y matar a la serpiente?
-Ninguno de los dos -dijo el señor Cuervo-.
-¿gritó la señora Cuervo-. ¿Entonces mis doscientos noventa y siete queridos huevos merecían ser comidos por esa serpiente malvada? ¿Mi corazón debe seguir roto, día tras día y para siempre?
-Amelia -dijo el señor Cuervo-, hablas demasiado. Manten tu pico cerrado y sal del nido.
La señora Cuervo le hizo casoy el compadre Búho sacó los huevos de la lata y los puso en el nido.
-¿Para qué ponen allí esos huevos?
-pregunto la señora Cuervo.
-Espera y verás -dijo el compadre Búho que se fue volando hasta el llano, donde lo esperaba un amigo para ir a cazar ardillas.
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